1- ¿De dónde surgió la idea de este libro?
– ¿Qué es un libro de cuentos? Es una pregunta pertinente (y que se repite con frecuencia) porque cada cuento es un universo: se funda en la primera línea, y la dinámica de la narración tiene que clausurar ese universo con la última frase. Pero un libro de cuentos no puede ser sólo una acumulación de historias autónomas, sino que unos hilos invisibles deben irlas cosiendo, para que -juntas- se presenten como un tapiz. Yo siempre he intentado que uno de esos hilos, que deben ser fuertes, pero al mismo tiempo no notarse, no de manera evidente, sea mi personal manera de escribir, eso que llamamos estilo. En “Como un vaso sin whisky entre las manos” el otro hilo que va cosiendo las historias es el movimiento -voluntario o no, deseado o no- de sus personajes: los protagonistas de estos cuentos están llegando, o están partiendo: algunos porque irse era una condición de sobrevivencia; otros porque el espacio del que partieron no estaba a medida de sus sueños; otros porque necesitaban viajar para saber, para conocer; otros porque no tuvieron alternativa… El movimiento, las migraciones, han caracterizado a nuestro tiempo, y se ciernen como uno de los destinos a los que nos empujan las formas deshumanizadas y agresivas que le hemos terminado por dar al mundo que habitamos; yo quise, a mi manera, dar cuenta de algunas de las variedades de ese transitar en estas historias.
2- ¿Cómo llegaste al título? ¿qué significa? ¿Cómo surgió?
– El título de “Como un vaso sin whisky entre las manos” viene de un verso del catalán José María Fonollosa, que fue un tipo genial, uno de esos secretos bien guardados de la literatura que se hace en los márgenes y que, con el tiempo, va permeando, desde los rincones, el centro de la historia. El poema se llama “Kennamore Street” (aunque los títulos de Fonollosa son casi aleatorios, no tienen una relación directa con el contenido del poema) y dice: Yo quiero que tú sufras lo que yo sufro, / y aprenderé a rezar para lograrlo. / Yo quiero que te sientas tan inútil/ como un vaso sin whisky entre las manos;/ que sientas en el pecho el corazón/ como si fuera el de otro. Y te doliera.” Creo que esa doble pulsión, la de amar y la de odiar amar lo que se ama, tiñe un estado del alma que bien puede ilustrar el de los personajes de estas historias.
3- ¿Cómo lo escribiste? ¿Cuánto tiempo te llevó? ¿Usaste algún método? ¿tenés rituales de escritura?
– Soy un escritor metódico, en el sentido de que siento la necesidad de escribir todos los días, y lo hago: un día sin una línea de texto es un día perdido, o vacío. O injustificado, cuanto menos. Pero, al mismo tiempo, abomino de las rutinas, entonces intento no repetirme; por lo tanto, no tengo horarios para escribir, ni un lugar determinado, ni un ritmo fijo en la escritura. Hay cuadernos en casi todos los rincones de mi casa: en el dormitorio, en el antebaño, en el comedor, en la cocina (y, por supuesto, también en el escritorio): si esa línea o ese boceto de idea que viene dando vueltas hace tiempo encuentra finalmente una forma convincente, sólo hay que estirar un poco la mano, encontrar el cuaderno más cercano, y escribirla.
Los cuentos, por lo general, se escriben de un tirón, porque la maduración de los rasgos principales (el argumento, el principio, los personajes, el tono, los giros, el final) se han ido armando antes de la escritura, a veces durante períodos largos, varios meses, hasta que logro imaginarlo redondo, completo. Recién entonces lo escribo. Y lo escribo a mano en sus primeras versiones. Luego lo vuelvo a dejar, que descanse un poco. Y al tipearlo en la computadora comienza el proceso de corrección, que es otro, diferente de la escritura. Y que también puede extenderse por tiempos prolongados: algunos cuentos se han ido corrigiendo durante años hasta alcanzar la versión final.
4- ¿De qué trata? ¿Cómo definirías este libro?
– Son historias de búsqueda. Todos, de alguna manera, vivimos buscando, a veces de manera consciente, muchas veces incluso sin saberlo, pero está en nuestra naturaleza. Somos animales curiosos, ansiamos conocer. Y esa intuición, esa búsqueda, está presente desde nuestros mismos orígenes como civilización. Aristóteles lo puso en la mismísima primera línea de su “Metafísica”: “Omnes homines natura scire desiderant”: todos los hombres desean, por naturaleza, saber. Esa necesidad de saber, de conocer, es uno de los variados motivos que alimentan los viajes, los movimientos. Y estos cuentos son historias de gente que se mueve.
5- ¿Qué le dirías a un lector que no te conoce y que se cruza con tu libro en una mesa de una librería?
– Inventar y recrear historias están entre las actividades más placenteras y atractivas de la imaginación. Y unas historias despiertan otras: siempre nos hemos contado cuentos, unos a otros. A ese hipotético lector le diría que mis cuentos lo llevarán a leer más cuentos; que después de leerlos tendrá el impulso de contarlos, a su vez; y, quizás, de imaginar y narrar él mismo otras historias como estas.