Las leyendas urbanas comentan que a veces las grandes urbes suelen encerrar detrás de sus sombras tesoros invaluables. Alguien osó comentar acerca de un longevo lugar, un café que se había convertido en una usina de fábulas e historias jamás contadas, donde se mecían noche a noche los cuerpos de sorpresivos visitantes sobre un tablero sin tiempo.
Luego de terminar la jornada y emprendiendo el viaje de vuelta a mi hogar, algo me indicaba que debía frenar allí. Mis pies se congelaron frente a su puerta. Pasé la mano lentamente sobre ella, cerré los ojos y pude sentir un leve temblor que provenía de su interior. De pronto, me encontraba dentro. Ante mis ojos, las personas aparecían de la nada como si las puertas no fueran necesarias. Los intrépidos clientes poco a poco fueron ocupando sus lugares, materializándose sobre sus sillas.
Así se inicia esta historia, este es el comienzo del Café de los Tiempos.