Baudelaire y un nuevo sentido del arte // por Carlos Rey

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Monsieur Baudelaire, maestro como pocos, abunda en sus escritos de expresiones sutiles, como ser ésta que tengo como una de mis frases de cabecera: “el arte es prostitución”. A simple vista puede resultar una mera denuncia o provocación del poeta francés, típico de su estilo, pero si la analizamos detenidamente, apelando a la razón y no a los sentidos, veremos que se trata de una de las máximas más preclaras que alguna vez se haya pronunciado respecto al arte moderno. Bien, reflexionemos.
Baudelaire da una definición de arte; dice el arte es tal cosa, en este caso prostitución. Ésta misma palabra puede ser definida a su vez por su dependencia ante la necesidad de alcanzar otra cosa, eso que se quiere alcanzar es el fin, y el acto de prostituirse el medio para alcanzarlo. Por lo tanto, la prostitución es un medio para alcanzar un fin. Una mujer se prostituye para alcanzar el fin del dinero. Un obrero se prostituye por lo mismo. La mujer lo hace exponiendo su cuerpo, el obrero también. En este sentido podemos decir que el artista, en tanto puta u obrero, se prostituye, pero el gran Baudelaire, un obrero de las letras, va más allá, no se limita a la descripción de los casos particulares, algo que resultaría fácil –siempre la historia contó con su buena cuota de artistas prostitutos–, sino por el contrario su frase se dirige a la fuente misma de la prostitución, es decir, al arte y no a sus exponentes en el medio. Es decir que extiende su definición a todo el ámbito del arte; es el arte prostitución como se diría es la justicia inmoral. Sigamos reflexionando.
“El arte es prostitución”; ¿siguiendo con nuestro razonamiento significa entonces que el arte es un medio? ¿Y si lo es un medio para qué? En el caso de la puta y el obrero el fin es el dinero; ¿el arte entonces es un medio para el mismo fin, el dinero? Desde ya que Baudelaire no caería en una definición tan burda, y tan realista.
Se nos ha enseñado en los textos escolares y no tan escolares, que traducen las posiciones de los grandes pensadores del arte, que éste es un fin en sí mismo. Que lo es no lo pongamos en duda –y el gran Baudelaire no lo hace en lo más mínimo–, pero todos sabemos también que a un fin se llega por un medio, por tanto, el arte en cuanto fin se sirve de un medio para tal fin. Ese medio es la prostitución. ¿Pero qué significa prostituirse en arte? Según Baudelaire todo artista en cuanto artista se prostituye porque el arte es prostitución ¿Su práctica lo es? ¿O hacer de esa práctica algo con características específicas resulta prostituirse? ¿Podemos pensar que existe un arte que no sea prostitución, uno con cualidades particulares? Lo siento, la definición es categórica, cuando se usa el “es” no hay medias tintas. Se es o no se es, y en este caso para Baudelaire el arte es prostitución. No dice un arte sí y un arte no, el arte en cuanto arte es prostitución.
Baudelaire ha pasado a la posteridad por ser uno de los primeros poetas que bajó la Belleza a las calles, haciéndola terrenal y terrible, incluso fea. Todos recordamos ese hermoso poema “Una carroña”, dedicado a un cuerpo en descomposición, y que le valiera al poeta rápidamente una reputación, y no precisamente elogiosa. La Belleza ha dejado de ser celestial, núbil e intocable, y ha pasado a convertirse en belleza terrenal, palpable, humana. Y esta subversión de la idea de belleza también podemos encontrarla en la máxima que nos convoca. El arte como lo sublime, lo genial, lo gratuito se da de cabeza contra lo brutal de la frase: “el arte es prostitución”. Por otro lado, no podemos ignorar que Monsieur Baudelaire es reconocido como uno de los artistas identificados con la estética del arte por el arte, esa estética endogámica que hace de suapareamiento su única realidad ¿Creía, entonces, realmente Baudelaire que el arte fuera prostitución? ¿O más bien debemos considerar que tal pronunciación haya sido declarada en un momento de recelo ante la necesidad de tener que escribir para comer? No podemos saberlo, pero si este fuera el caso, Baudelaire incorpora un nuevo sentido para el arte moderno, ya no un arte gratuito, sino un arte implicado en acciones comerciales, un arte que para sobrevivir necesita someterse a la lógica comercial.

 

Carlos Rey (1977, CABA), escritor, padre, maradoniano y poeta. Publicó Cavidades (2008) y El poeta y yo y otros poemas (2018). Dirige la revista de poesía Katana.

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