Una nota en rojo
El arte del asesinato nos advierte que existen diferentes maneras de matar a un hombre. La elección de tal o cual forma en especial revela el mayor o menor talento del artista, y como ocurre en estos casos el talento puede ser interpretado desde diferentes puntos de vista. Incluso algunos especialistas se animan a distinguir entre talento natural y talento adquirido, que si bien perfeccionado con la disciplina del trabajo, no deja de ser de todas maneras un talento artificial. ¿Qué argumentos esgrimen para sostener dichas tesis? Por un lado, el mayor o menor grado de dificultad en interpretar la obra de estos artistas asesinos. Para los de talento adquirido, tarde o temprano, tras poco o mucho estudio, los interpretes –eso dicen los más optimistas– logran llegar, ya sea por algún error de perspectiva, o por el simple cansancio de trabajo, a desandar el camino realizado por el artista, y entonces, por ese mismo medio, finalmente atraparlo en sus redes. Lo que no ocurre, dicen los que sostienen esta tesis, con los artistas de talento natural, aunque uno tenga toda la fuerza de voluntad concentrada en ese punto. Y no puede ocurrir porque la Naturaleza es siempre misteriosa y siempre arcana para el saber del hombre. Otros especialistas, menos radicales, por el contrario, sostienen que todo talento es adquirido, que el simple hecho de hablar de talento da por sentado una adquisición que se logra con la experiencia y se perfecciona con el trabajo. Por lo tanto no hay obra que no pueda ser interpretada, si tenemos en cuenta que nunca se trata de un hecho aislado sino que exige siempre un análisis del pasado. Una última postura –que ha alcanzado, en los últimos años, cierto privilegio en los círculos académicos y forenses– niega de plano cualquier talento, ya sea natural o adquirido, niega incluso que se pueda hablar de artistas, y hasta rechaza que alguna vez haya existido algo así como el arte del asesinato. Y lo demuestra apelando al sentido común: el hombre es un ser finito, mortal y finito, y dada su condición muere; que lo haga en ciertas circunstancias no importa al análisis de las causas últimas, que en definitiva es lo que verdaderamente importa, porque si eso no nos importa qué nos puede llegar a importar.
Carlos Rey (1977, CABA), Licenciado en Bellas Artes, escritor, padre, coordinador de rulemanes y poeta. Publicó Cavidades (2008) y El poeta y yo y otros poemas (2018). Dirige la revista de poesía Katana.