Si existe un animal asociado a la figura del escritor ese es el gato. Sin dudas se trata de la mascota favorita de los escritores. Muchos de ellos tienen fotos con sus gatos. El gato y la biblioteca no pueden faltar en ellas. Es famoso el gato de Poe, el de Debret Viana, el de Cortázar, el de Stephen King. A mí, en cambio, nunca me gustaron los gatos, lo que en un principio me hizo dudar de que pudiera convertirme en un escritor. Fueron tiempos de zozobra, y de esforzarme por fingir un amor que no era verdadero. Los gatos que adopté en esa época o fueron rescatados por mi abandono o ellos mismos, inspirados por el dios de los gatos, huyeron de mi lado en busca de una mejor vida, al menos una vida con amor, dejándome solo con mi egoísmo y mi sufrimiento. Con el tiempo pude superarlo, me convencí de que a pesar de mi repulsión a los gatos podía ser un escritor. No fue tarea fácil. Pero, antes de llegar a ese punto de mi desarrollo reflexioné largas noches sobre el por qué en su mayoría los escritores prefieren a estos animales tan desagradables, y los acarician y les dan de comer y gastan elogios sobre ellos. Compartiré con ustedes las conclusiones a las que he llegado:
1) El gato es un símbolo de altivez e independencia. Estos animales pasan por ser los más aristocráticos del orbe, altivos e independientes se yerguen sobre balcones y paredones y se exhiben desde allí como los verdaderos reyes del mundo. En cierta forma, el escritor ve en ellos un emblema a seguir, por eso su predilección por las redes sociales.
2) El gato, a diferencia del perro o del canario, es el único animal doméstico que, podríamos decir, no mea fuera del tarro. Esto tiene dos ventajas; en un sentido práctico este orden en la higiene exime a los escritores de la tarea de tener que sacarlo a pasear a la plaza tres veces al día, como sería necesario de tener un perro; y en un sentido esencial, que en definitiva, es lo que nos importa, significa que el escritor no será interrumpido en la noble tarea de escribir, al menos mientras el tarro en cuestión no se convierta en una montaña de mierda y amenace con aplastarlo.
3) El gato es un animal misterioso, y el misterio atrae a los escritores.
4) El gato es el único animal doméstico que ha llegado a ser venerado como un dios, y los escritores siempre han querido tener contacto con los dioses, tal vez su amor y su cuidado comprándoles las mejores comidas enlatadas es una manera de hacer contacto, finalmente, con el mundo celeste.
5) El gato y el escritor ronronean cuando están satisfechos, y los dos lo hacen pavoneándose, el gato rozándose en la pata de la silla; el escritor prostituyendo su imagen por Instagram.
6) El gato y el escritor cuando están calientes cantan a gritos; el gato lo hace desde un balcón; el escritor escribiendo poesía.
Estas fueron algunas de las conclusiones a las que he llegado, pero sé que no he agotado las posibilidades de explicación de esa extraña relación que une a los escritores y los gatos, y en esa falta he fundado mi salvación y mi esperanza de ser yo también, a pesar de odiar a los gatos, un escritor, porque ¿quién puede asegurar que en el largo catálogo de posibilidades que unen a los escritores con los gatos no se encuentre el odio como un lazo perpetuo e invisible?
Carlos Rey (1977, CABA), escritor, padre, palpador de berenjenas y poeta. Publicó Cavidades (2008) y El poeta y yo y otros poemas (2018). Dirige la revista de poesía Katana.