Una Sociedad de alquimistas // de Carlos Rey

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La asociación de arte concreto invención

En uno de sus escritos Jean Cocteau narra la siguiente fábula: “Paulo di Dono vivía encerrado desde hacía dos meses en una pequeña celda de la planta baja de una casa modesta. Le alquilaban la celda y depositaban su alimento en el alféizar de la ventana. Sus amigos, irónicos, decían: “Paolo vuelve a prepararnos una de esas sorpresas que sólo a él conciernen, en las que su arte se extenúa”. Cierto día, al crepúsculo, abrió la ventana y llamó a un chicuelo que jugaba. Acababa de pintar un trompe-l’oeil; se veía un claustro, rodeado a la izquierda por un muro, a la derecha por arcadas. El chicuelo entró y miró, sorprendido por ese claustro cuya existencia no sospechaba. Paolo tenía un ovillo de cordel como los que se utilizan para sujetar los barriletes. “Tomarás”, dijo, “ese cordel y correrás con todas tus fuerzas hasta el extremo de ese claustro, luego girarás a la derecha y volverás al punto de partida. No sueltes el hilo, yo iré desovillándolo.” Excitado por el juego, el chicuelo se lanzó hacia la pared, penetrando pura y simplemente en la mentira. “¡Alto!”, gritó el pájaro cruel, cuando la víctima de su experimento llegó al ángulo de las arcadas. El corredor se detuvo, perdió el equilibrio y se inmovilizó en una de esas violentas actitudes en las que los fotógrafos petrifican la vida. Paolo con el corazón palpitante, se acercó, comprobó que la imagen del niño era ya plana, retocando lo que permitiera identificar o haciéndolo, así, sospechoso. Tras ese trabajo, cortó a ras del fresco el hilo que salía de la pared. El hilo tenso en la obra turbaba sus perspectivas. Lo rascó y lo retocó”.
“A la mañana siguiente, convocó al grupo de incrédulos. ‘Cierto, le dijo Francesco, ese trompe-l’oeil es magnífico, me engañaría. Todo seduce mi alma, salvo ese muchacho que se da vuelta. Es él quien parece engañado por no sé que error en tus cálculos. Y ese aspecto engañado que tiene, impide que el resto nos engañe”. Ejemplos como el Paulo de Cocteau nutren la historia del arte. Bástenos recordar a Pigmalion y su estatua de rasgos naturales y al poeta Orfeo que con su canto enternecía incluso a los árboles. Estos artistas antiguos, más cercanos al mito que a la realidad, no se diferencian, sin embargo, de ciertos rasgos que caracterizaron a algunos artistas modernos. Por ejemplo, tal pretensión estuvo representada en nuestro país por la Asociación de Arte Concreto-Invención. Más cercanos a alquimistas medievales su arte no buscaba la representación, sino la presentación de objetos. No apelaron a la sensibilidad del espectador, sino a la razón. La figuración realista, la perspectiva, el color utilizado para expresar sentimientos y el gesto fue descartado de su técnica por considerarlos engaños al ojo. El chicuelo de la fábula de Cocteau, frente a una obra de estos artistas nunca se hubiera visto engañado. El producto que aparecía delante de sus ojos pretendía ser nuevo y autónomo. Pretendía ser mirado como un hecho o un objeto, como cuando vemos un árbol o una puesta de sol, o una planta o una ecuación matemática. Todo gesto o referencia que escondiera detrás de la obra un artífice fue descartado. Decretaron la muerte del arte figurativo y propusieron la independencia de la realidad sensible. Develar una nueva ontología con sus propias leyes y misterios era la tarea del artista concreto. Para acceder a ella era necesario apelar al único invento que puede acercarnos a la verdadera realidad de las cosas: la ciencia moderna. Los avances de esta última en aquellos tiempos hace prever todo un mundo de secretos y arcanos, a los cuales sólo se puede acceder por medio de la física y la matemática. La representación sensible sólo fue una ficción de la mente. Estos artistas platónicos buscaban con su arte puro, alejado de todo tipo de representación sensible, acceder a lo desconocido, rasgar el velo de maya, erigir su arte como una nueva filosofía de conocimiento. Todas estas nuevas ideas fueron expresadas por medio de manifiestos, programas y escritos. La revista Arturo cedió su espacio para la difusión de los innovadores aportes. Se trataba de una verdadera vanguardia organizada, quizá la primera, y hasta nos arriesgamos a sentenciar, la última que hemos tenido en nuestras tierras.
Pero, como todo programa innovador se vio en la necesidad de sortear varios obstáculos y prejuicios. Fueron acusados de crear un arte deshumanizado y refinado, sólo accesible para unos pocos. A diferencia de lo que la mayoría pensaba, Tomás Maldonado, uno de los máximos referente del movimiento, no se cansaba de declarar que el arte concreto “esta llamado a ser el arte social de mañana, pues resulta el único que puede articularse fluidamente con los grandes espacios en los que en el futuro se llevarán a cabo los programas más radicales de transformación de la vida”. Defensores del materialismo dialéctico, los artistas concretos creían ver en su arte una superación del plano ficcional y falso del arte. Resulta sorprendente y feliz que para estos artistas el verdadero arte social esté emparentado con una nueva función del arte aplicada al conocimiento científico-moderno y no a un arte propagandístico y pobre como lo fuera el propuesto por el realismo socialista. Sin embargo, resulta también difícil pensar que este arte frío y calculador, orientado al pensamiento, llegara a convertirse en un “arte para todos”, más si tomamos en cuenta la predisposición general del público a la sensibilidad romántica. En definitiva, los artistas concretos se propusieron acercar al público un arte real, como los prototipos de Platón. Inocentemente quizá, al descartar todos los artificios de los que se valió el arte para engañar el ojo, se vieron en la necesidad de implantar en su lugar otros de muy distinta índole: el marco recortado, la utilización de colores planos y las figuras geométricas. Al margen de lo que pudiéramos considerar sobre la verdad de sus preceptos, no podemos dudar que la Asociación actúo como un verdadero grupo o secta que vino a proponer en nuestro país, durante los años ‘40, una verdadera y original propuesta revolucionaria, cortando así la hegemonía que por tantos años tuvo el realismo figurativo en Argentina.

Carlos Rey (1977, CABA), escritor, padre,  limador de perinolas y poeta. Publicó Cavidades (2008) y El poeta y yo y otros poemas (2018). Dirige la revista de poesía Katana.

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