Una teoría de la contemplación // por Carlos Rey

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Se dice que los ángeles viven en la beatitud porque viven en la contemplación de Dios. De Él proviene el sentido de su existencia; desviar la mirada sería un despropósito; incluso el sólo hecho de pensarlo se hallaría fuera de toda razón.
Cuando se vive bajo este estado el tiempo no existe, como no existe el sí mismo, y uno no es sino un gran ojo ovillo contemplando.
Probablemente pensar que se pueda sentir hambre y sed sería hasta insensato, porque cuando se vive en la beatitud no hay hambre ni sed que no sea saciada en la contemplación de lo Perfecto, verdadero alimento del alma, y si el alma esta alimentada el cuerpo no tiene ya de qué preocuparse. Así lo afirmaron, después de tanto cavilar, los sabios de la Edad Media, que han quemado sus pestañas más veces de lo que debiera una mente sana.
Por lo demás, tales dudas, al momento de surgir, demuestran que vivimos sujetos a los placeres carnales, lo que nos impide creer que alguien, o incluso algo, se la pueda pasar una eternidad sin comer ni beber nada, y discurrimos largas horas perforándonos la cabeza de que al baño tienen que ir, siendo que por algún conducto tiene que salir tanto alimento del alma, a riesgo de quedar constipada.
En efecto, muchos días de insomnio gastaron los sabios en encontrar una respuesta favorable a tales interrogantes, ninguna, sin embargo, logró imponer su imperio; hasta que el más imperfecto de los hombres, todo pasión y deseo, inmoral hasta en su vestimenta, encerrado en los placeres más pedestres y bajos, lanzó, como por descarte, la ansiada respuesta: los ángeles no tienen alma ni cuerpo, ni nada que se le parezca, no ven, ni comen, ni ansían el contacto con lo Divino; ellos sólo están ahí y nada pueden hacer para remediarlo, su alimento no es tal porque no puede llamarse alimento a aquello que no les concierne, y si se cree que la beatitud los toca no es porque lo hayan buscado o querido, no forma parte de su voluntad, porque no tienen voluntad, como tampoco sentimientos, y como no tienen nada nada tienen necesidad de expurgar, y se mantienen allí, inmutables en su lugar, como se mantendrían fielmente en otro lugar si les hubiera tocado en suerte, pero, por el contrario, les ha tocado estar allí, frente a lo Perfecto y Divino, y a lo sumo, lo que algunos se permiten, como único gesto de vida inconsciente, es perderse en un largo bostezo.

 

Carlos Rey (1977, CABA), Licenciado en Bellas Artes, escritor, padre, bolacero y poeta. Publicó Cavidades (2008) y El poeta y yo y otros poemas (2018). Dirige la revista de poesía Katana.

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