La esperanza de un padre // por Carlos Rey

No hay nada más esperanzador para un padre que, entrado en años, ve, desde su cama de enfermo, cómo sus hijos se han convertido en hombres prometedores; han culminado sus estudios; emprendido sus propios negocios, como buenos emprendedores que son, o sobresalido en sus funciones llegando a obtener un puesto de importancia en el caso de trabajar en relación de dependencia; han formado hermosas familias, con mujeres respetuosas y bien educadas, y han tenido hijos respetuosos y bien educados; siendo a su vez ellos mismos padres respetuosos y bien educados, y ciudadanos respetuosos y bien educados, lo cual, para los tiempos que vivimos, es de un esfuerzo extraordinario que implica armarse de una disciplina y rigurosidad extraordinaria; eso es lo que ve el viejo, desde su cama de enfermo, y piensa que bien ha valido la pena su esfuerzo, cada gota de sudor, cada agachada de cabeza, cada humillación y vergüenza sufrida, cada sueño deshecho, para que hoy sus hijos puedan ser lo que son; eso es lo que piensa, y en esa idea se sostienen sus dos ojos, mientras una ráfaga de luz viene a posarse en su frente arrugada, tiene sed, y el vaso con agua descansa hace horas sobre una mesita fuera del alcance de su mano.

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