“Desde el infierno grande de la lucha callejera en el frente ruso al infierno chico de una localidad rural perdida en el interior del Chaco profundo, pasando por Barcelona, Mississippi, Roma o Chile, los protagonistas de estos cuentos viven historias conectadas siempre por el hilo del desplazamiento. Raramente las personas retratadas pertenecen al territorio que habitan. O han sido expulsadas de su lugar, o acaban de llegar a él.
En el asfixiante retrato de la intimidad de la vida rural, no faltan personajes femeninos pioneros, que se enfrentan a una naturaleza permanentemente hostil, en algunos casos devolviendo al entorno iguales volúmenes de crueldad. Todos los relatos están atravesados por esa extranjeridad: estudiantes de intercambio, exiliados, migrantes que persiguen un cambio de identidad imposible: todos condenados a llevarse a sí mismos, vayan donde vayan. El mundo como una sucesión de distintos lugares que terminan siendo el mismo paisaje de fondo para la tristeza personal.
Mientras el rebaño trata de ser moderno y estar a la altura ética y estética de una época espantosa, Specchia llega a nosotros como una discontinuidad en el espacio tiempo, un dandi del siglo XIX que aparece desde la bruma del pasado y camina con elegancia decadente una ciudad que decae cuarenta veces peor que él. Córdoba tiene dieciséis o diecisiete personas interesantes, Specchia es una de ellas”.
—Carlos Busqued