Empieza con una separación.
Un dramaturgo se separa de una actriz llamada M. y se da cuenta de que la verdadera historia del amor empieza ahí; en el borde final. Porque el amor que explora y narra Deslinde es un amor solitario, espectral: la imagen del amado que llevamos dentro crece hasta moverlo o devorarlo todo, aun cuando el otro ya no esté, porque al amor “aunque nunca haya existido, todos queremos volver a verlo otra vez”. M. (una mujer que es todas las mujeres y ninguna) se le aparecerá al narrador de mil maneras, despierto o dormido, en forma de delirio o de pesadilla, de música o de recuerdo, de monstruo, hada o apocalipsis, y el dramaturgo, perdido en los espejismos de un amor ya ido deambulará por las páginas, perdido pero abierto y dándole todo al lector: cada fragmento de su locura y de su caída.
En el epígrafe que abre la novela se puede leer la frase de David Foster Wallace: «Toda historia de amor es una historia de fantasmas«: ese es el camino por el que te lleva Deslinde. Deslinde es una novela fragmentaria: su tema central es el amor póstumo: ¿cómo lidiamos con el amor que se fue? ¿hasta dónde llevamos en nosotros un amor muerto: cómo lo experimentamos, hasta qué límites lo recorremos? Por la gracia de su lírica y la extrañeza de su multiplicidad de géneros, recibió la atención de numerosos críticos; esto dijeron:
Imaginemos una combinación: Beckett y Nick Hornby. ¿Es eso posible? La respuesta a esa hibridación monstruosa es Deslinde.
El desorden de Deslinde, su descontrol, la incorrección de su humor, la transforman en un artefacto vivo porque un interés no estrictamente “literario” parece vibrar en su tejido, en el que los capítulos empiezan y terminan con una arbitrariedad no dirigida por la anécdota sino por la respiración lírica y dramática de la voz.
Flavio Lo Presti – Ñ
Uno de los artefactos literarios más fascinantes y complejos de los últimos años.
Ramiro Sanchíz – ArteZeta
Un derrame verbal es la prosa de Viana, en la que conviven la angustia de un Fernando Pessoa, y el mejor Nabokov. El torrente de ese río que es su estilo narrativo, con ecos de Marguerite Duras en lo fragmentario y de Houellebecq en la imposibilidad del amor.
Silvia Renee Arias – Perfil
Deslinde tiene una interminable cantidad de preguntas sobre el sentido de la escritura, el lenguaje, la memoria, la conciencia y la representación. Recorre a su manera particular –espontánea, efusiva, fragmentaria y lúdica, narrada con engolada voz de dandy– la gran mayoría de los dilemas de la creación literaria y de la tradición de la narrativa occidental mientras nos maravilla con la caótica pirotecnia verbal que ya es marca registrada del estilo Viana. Es un libro que se rebela –de la primera a la última página– de su condición de tal: quiere ser cuaderno, vehículo, nave, portal, aleph, muro virtual, código fuente, catarsis lunática, pesadilla dentro de pesadilla que, como un inmenso maelstrom, se arremolina en torno al lector para hundirlo hasta su centro y luego expulsarlo hacia arriba para ver si puede salir ileso.
Cezary Novek – HDC
Deslinde, de Debret Viana, es una extensa tesis sobre el amor, una descripción del sufrimiento amoroso, ese que se parece tanto a lo que pudimos vivir muchos de nosotros y nosotras.
Adriana Santa Cruz – Leedor.com
Aunque huele a experimentación -su estructura descentrada, novedosa, admite casi un intercambio absoluto del orden de los capítulos-, se disfruta con una nitidez clásica y, si bien nunca cae en imitaciones, parece pararse sobre los hombros de Rayuela y una película como Annie Hall.
Juan Pablo Bertazza – La Nación