Esa fisura diaria donde anidan los monstruos – Juan Carrá habla sobre su nueva novela, Agazapado

¿De qué trata? ¿Cómo definirías este libro?

Es una novela de encierro, de asfixia, que se inscribe dentro de una búsqueda de
contar la dictadura cívico militar desde un lugar incómodo. Tratado de desplazar la
lectura de las zonas obvias hacia un abordaje más oblicuo. En este caso poner en
foco el cuerpo deteriorado de un represor frente a una mujer que debe cuidarlo y
que encuentra en ese vínculo algo más que le sirve para su propia historia. Todo
esto en el marco de una estructura narrativa que está signada los cambios en el
proceso histórico que se dio entre 2005 con la derogación de las leyes de impunidad
y la llegada del macrismo al poder que puso en peligro las políticas de memoria
verdad y justicia.

¿De dónde surgió la idea de este libro?


Podríamos decir que el libro tiene un doble origen. En principio el hallazgo de
un personaje que veía todas las tardes en un café de Caballito. Un hombre
mayor, muy deteriorado físicamente que maltrataba a los mozos por todo.
Una tarde, el tipo estaba con una chica joven, la situación era rara porque se
veía que él trataba de convencerla de algo y ella estaba enojada, a punto de
llorar todo el tiempo, pero siempre en una actitud sumisa. Me quedé
escuchando y en un momento ella le decía: “No voy a volver porque si usted
me vuelve a insultar mi marido lo va a matar”. Y él, aun disculpándose, la
insultaba. Ahí anoté en mi libreta ese vínculo entre un hombre enfermo y una
chica que trabajaba en su casa. Con el correr de las tardes que me lo
encontraba en el café no podía dejar de imaginar a ese tipo como un
represor. La idea quedó anotada y con la llegada del Macrismo al poder y el
pedido de aplicación del beneficio del 2×1 para los detenidos por delitos de
lesa humanidad se sumó a aquella idea la de situarlos en un encierro volátil
de una prisión domiciliaria, donde ese vínculo fuera mutando hasta volverse
perverso.


¿Cómo llegaste al título? ¿qué significa? ¿Cómo surgió?


El título surgió en charlas con Francisco Gorostiaga, escritor, editor, pero
sobre todo amigo con el que compartimos la clínica de Julián López. Para mí la
clave del texto está en la idea de lo que está escondido y amenaza. Pero no
solo en aquello que es evidente, sino en lo cotidiano, en esa fisura diaria
donde anidan los monstruos.


¿Cómo lo escribiste? ¿Cuánto tiempo te llevó? ¿Usaste algún método? ¿tenés
rituales de escritura?


La novela fui escribiendola en la clínica de Julián López. Tardé poco más de un año,
después quedó cajoneada y la revisé un par de veces. En una de esas con Gabriela
Larralde en una lectura cruzada. Así llegué a una versión final que me genera más
confianza que el material inicial. La escritura fue un proceso medio voraz. Me había
quedado sin trabajo por el cierre de la agencia de noticias INFOJUS y así que
aproveché el tiempo dedicándoselo a la escritura diaria de la novela. También me
llevó un tiempo la investigación, ir a museos navales, a visitar la Fragata de la
Libertad. También en ese momento estaba laburando los guiones para la novela
gráfica ESMA, así que, en algún punto son textos que se retroalimentan. También
con los cuentos de Ojos al ras que publiqué este año por Alto Pogo.


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